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El protocolo de cada premiación en los Juegos Nacionales es estricto. Los deportistas aparte de respetarlo, hacen que cada ceremonia raye en la pulcritud. Pero la espontaneidad propia de la victoria hace que una se diferencie de otra. La del martes en el coliseo del colegio Champagnat fue un claro ejemplo.
En la tribuna parecía una espectadora más. Su mirada jamás cambió de dirección. Rezó cuanta oración se sabe y aplaudió como nunca la actuación de su hijo, que barrió con el oro.
Una competencia reñida, movimientos espectaculares y una asistencia de público que colmó las graderías del coliseo del colegio Champagnat, fueron los ingredientes del primer día de acción de la gimnasia artística en los Juegos Nacionales.