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Así se ‘gestó’ el oro de Natalia

noviembre 15, 2015
La emoción apenas le permitió levantar los brazos. Tenía suficiente ventaja sobre el grupo persecutor. Demasiado si se quiere. Pero también el sentimiento reprimido era abundante en ella, al punto que el llanto la invadió en plena meta y una vez consumó el triunfo, hasta tuvo que recibir asistencia para bajarse de la bicicleta.

Natalia Muñoz fue la dueña de la ruta femenina en el ciclismo de los Juegos Nacionales. Lo hizo con autoridad este domingo en el trazado de Ibagué. También se impuso con sentimientos encontrados. Lloraba de alegría, pero sus ojos en realidad tenían muchas más razones para hacerse agua.

El triunfo en sí. Lo vivido hace tres años en los Juegos Nacionales de 2012, cuando un descuido la privó de podio. El apoyo incondicional de su familia. La alegría de Valentina, su hija de 10 años. Suficientes motivos, pero el que más la conmovió fue otro: tiene mes y medio de embarazo y su segundo retoño ya trajo el oro debajo del brazo.

Eso y hasta más conocía de la campeona María Victoria Morales, psicóloga de la delegación risaraldense. “Es un ejemplo de mujer por su tenacidad. Aparte de trabajar como monitora de ciclismo para el departamento, cumple como madre de familia, ama de casa y fuera de eso saca tiempo para entrenarse y dar demostraciones como estas”, reconoce la profesional.

Para la psicóloga, a quien Natalia buscó entre las nubes de cámaras, grabadoras y micrófonos para compartir el logro, la campeona “tiene un carácter bien definido y ese temple la ha llevado a sobreponerse a distintas situaciones”.

No le gusta la palabra revancha, pero en su interior la experimentó. “Hace tres años iba encaminada al título o a estar entre las tres primeras por lo menos, pero un error en el recorrido, al desviarse del camino la dejó sin nada y sufrió mucho”, reconoce Morales.

Pero en lugar de derrumbarse, la corredora encontró en ese golpe el impulso suficiente para pensar en los siguientes Juegos. Esperó tres años para buscar el esquivo oro y lo encontró desde la misma preparación, que según la integrante del cuerpo médico de Risaralda, fue “exigente y  el fruto  no podía ser otro”.

Estuvo pendiente en cada giro de que no le faltara el agua. En algunos casos ella misma se la alcanzó y cuando le restaban metros para consagrarse, al otro lado de la línea final la esperaba con dos botellas en mano, una con agua y otra que contenía bebida hidratante. Ninguna pudo aceptárselas porque el desaliento pudo más.

Fueron tres horas, 19 minutos y 54 segundos pedaleando hacia la gloria. Esa que la llevó a la exaltación en lo más alto del podio, donde las lágrimas no cesaron y llevaron a que Diana Carolina Peñuela de Caldas y Ana Sanabria de Santander, plata y bronce, respectivamente, la consolaran en una imagen que reflejó más que fraternidad.  Fue el símbolo del apoyo y la admiración. Los merece. También más. Aunque en casa ya lo ganó todo. Es una mamá campeona.


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