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La ‘mamá de las pollitas’ en escopetas

noviembre 17, 2015
Literalmente, es una mujer de armas tomar. Ya son más de cinco décadas disparando escopetas y se resiste a dejarlas porque después de tantos años ya hacen parte de su cotidianidad. Y es que la vigencia de Elizabeth Suárez sigue intacta en estos Juegos Nacionales 2015, de donde se lleva tres medallas.
 
Muchas más que las logradas por varias de sus hijas adoptivas, “las pollitas” como las ha bautizado, porque además de rivales en la cancha, son sus consentidas, sus alumnas y amigas en el diario vivir de la fosa olímpica y el trap.
 
“Estoy feliz porque estoy compitiendo con niñas que ayudé a criar y todavía sigo vigente. Me dan duro a veces pero ahí vamos; considero que soy la mamá de las pollitas, tienen toda la juventud y van a aprender. Me parece muy lindo y apoyarlas”, dice con orgullo quien es motivo de ejemplo en las justas.
 
Tiene muy bien vividos sus 61 años. La gran agilidad y una puntería excepcional dan fe de ello. Por eso pudo subirse tres veces al podio en los Juegos. Ella está al frente desde hace varios años de un negocio familiar, una comercializadora mayorista de hierros en Bogotá.
 
Aprendió a disparar al practicar la cacería, algo muy diferente a la disciplina deportiva del tiro al plato, especialidad que le reportado sinnúmero de medallas, tantas que ya inundan su casa.
 
“Cuando yo empecé éramos tres mujeres que practicábamos. Siempre las mismas, pero ahora hay renovación y cada día llegan más”, anota la experimentada y muy bien conservada deportista que representa a Cundinamarca   y con su brillante historial deportivo ha sido nominada varias veces a mejor deportista del departamento.
 
Pese a la renovación entre las deportistas del tiro, ella sigue conquistando medallas como las tres que se lleva de Nilo, una de plata en fosa universal y dos de bronce en trap y trap automático.
 
Aún no piensa en el retiro porque “esto es una pasión que se lleva dentro”. “Me encanta.  A veces salgo golpeada mentalmente, pero no es sino que digan campeonato y allí estoy”, afirma con la misma determinación que muestra en el polígono.
 
Igual, en medio de la satisfacción hay algo que no la dejó sonreír plenamente. “Estoy un poco triste  porque he perdido la visión en un 70 por ciento en uno de los ojos  y hago mucha mucho esfuerzo para ver los platos”. Si con esta falencia gana medallas, ¿cómo sería con su visión completa?


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