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Valle, ‘Asia’ la transformación de la gimnasia rítmica

noviembre 19, 2015


No, no y no. Así de contundente fue la respuesta de sus padres y abuela cuando les contó de su viaje a Colombia. “Muy lejos, no tienes a nadie, puede ser peligroso”, fueron algunas de las razones que le argumentaban a Chihiro Inomata para que desistiera de la idea. Todo fue en vano, la decisión estaba tomada.


Ya había salido de su natal Japón a China, Malasia y otros países asiáticos a competir. Esta vez el trayecto sería más largo y la cultura absolutamente distinta. Sentía la necesidad de emigrar. No porque le hiciera falta algo. Más bien porque creía que tenía mucho por dar. Y en Cali encontró su lugar en el mundo.

“Quería salir, tener otra experiencia y más como entrenadora y ya no gimnasta”, confiesa Chihiro, quien hoy, tres años después de haber hecho maletas, dice estar “contenta y feliz en este país”. Al punto que ya su familia, en especial el hermano menor, quiere visitarla pronto.
A sus seres queridos les llama o escribe para contarle de sus niñas. No ha sido madre aún, pero cría y forma a un grupo de 12, entre los 7 y 12 años en Cali. Es entrenadora de gimnasia artística de Indervalle y fue delegada por ese departamento para que acompañe a Daniela Calero, Mariana Chalarca, Sheryl Molina y Yahaira Larrahondo, las cuatro representantes en estos Juegos Nacionales.

Todo empezó por una amiga, deportista y compatriota  suya, que trabajaba en Antioquia. La invitó a un desafío que cambió su vida para siempre. “Ella ya llevaba unos años entrenando, pero ya regresó. También fue gimnasta como yo. Una vez terminé la universidad viajé a Colombia y acá estoy”, cuenta Inomata, que de sus 25 años, 20 se los ha dedicado a este deporte.

La nacida en Saitama, ciudad ubicada a una hora de Tokio en tren, ya tiene el tiempo suficiente para establecer comparaciones. En su continente son potencia mundial de la disciplina. En Colombia aún se está lejos de serlo, pero para esta japonesa, “las niñas acá tienen talento, sólo que falta conocimiento y más preparación  de los entrenadores y jueces, pero lo importante es que tienen futuro”.

Así lo comprueba a diario en Cali con sus dirigidas. “Estamos haciendo un proceso en la Liga con otras profesoras. Desde chiquiticas vamos a ayudarlas a desarrollar su potencial”, afirma con un fluido español que nadie le enseñó sino que es producto del contacto propio con su entorno en Cali, donde vive con una familia.

Confiesa entre risas que a ratos se le sale el ‘ve’ y hasta el ‘oís’. De Cali como tal, le “gusta el clima, la alegría de las personas, la gente es muy amable” y una que otra canción de salsa, a la que se ha acostumbrado por incluirla en las pistas musicales de las gimnastas que orienta.  
En cuanto a la comida, le alivia comer sushi en la capital vallecaucana, aunque advierte que “es diferente, pero igual sabe rico”. No tanto como las sopas, sus preferidas. “Me gustan mucho el ajiaco y el sancocho, son deliciosos”, confiesa Chihiro mientras se le hace agua la boca.
 
Es de antojos, pero los acabará pronto. Cada fin de año viaja a Japón. Este no será la excepción. “Duro casi siempre un mes”. El regreso está pronosticado para enero, siempre y cuando renueve su contrato. “Quiero seguir, por eso ya tengo tiquete de regreso. Es mi gran ilusión volver para trabajar con mis niñas”, afirma.

Sus alumnas siempre le preguntan por su tierra natal. Ella les comparte su experiencia, también el conocimiento. Sabe que hay mucho por mejorar, pero que al menos se está en camino. El bronce logrado por equipos en abierta femenina, así se lo ratifica.


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