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Melissa Rangel: “El voleibol acabó mis complejos”

noviembre 11, 2015
Lo que hoy en día es una ventaja en el deporte que practica, fue en su momento y tal vez durante muchos años entre su niñez y parte de la adolescencia, un verdadero problema. Desde burlas de sus compañeros de colegio hasta cierta discriminación, hicieron en su momento que se avergonzara de su estatura.

Melissa Andrea Rangel siempre era la más alta en todo. Punto de referencia. Para bien o para mal. Hasta que hace siete años supo que era una bendecida por ser así, cuando en la Institución Educativa Mercedes Ábrego de su natal Cartagena la obligaron a entrenar baloncesto, atletismo y voleibol.

“Era un martirio al comienzo porque con las tres no podía, hasta que hablé con mi mamá, los profesores y el rector. Me permitieron escoger uno y me quedé con el ‘volei’, al que le debo mucho porque acabó mis complejos”, recuerda Melissa, una de las atletas de mayor estatura de los Juegos Nacionales.

“Por este deporte supe que no era tan difícil bailar en una fiesta, conseguir novio y, lo más importante, que había personas igual que tú, que no eras la niña diferente”, confiesa con algo de nostalgia, tal vez por las heridas de esos primeros años que el balón ayudó a cerrar.

Sus 1,94 metros la convierten en una torre humana. Prácticamente alcanza la altura de la malla con su cabeza. Es una de las centrales de Bolívar, equipo que domina el voleibol femenino en el coliseo menor de Ibagué con tres triunfos en igual número de salidas y sin ceder un solo set. A Risaralda, Santander y Antioquia los ha superado en tres mangas seguidas.

Rangel sueña con el oro, como en su momento se ilusionó con ser la mejor de la liga profesional peruana. Su proyección era tal, que el Sporting Cristal la fichó para la temporada 2014. Marcó diferencia de entrada. Al punto que era la primera en ataque y tercera en bloqueo. Números de sobra, pero que se rompieron de un momento a otro como su ligamento cruzado anterior y menisco de la pierna izquierda.

“Hace año y medio me lesioné. Era el partido en el que pasábamos a semifinales. El dolor fue más moral que físico. Me operaron allá, pero la recuperación la hice en Cartagena y ha sido tan satisfactoria que me alcanzó para ser seleccionada a los Juegos”, cuenta con entusiasmo esta cartagenera de 21 años y estudiante de tercer semestre de licenciatura en educación física.

Justamente por su compromiso con Bolívar, aplazó los estudios. Los retomará en enero. Antes tiene otro reto por cumplir. “Queremos ser campeones, es un objetivo que  tenemos con el Iderbol y el Bolívar ganador”, dice con la misma determinación que muestra en cada bloqueo al rival.

Ha jugado poco por una simple razón. “Se viene de una lesión difícil y una larga recuperación. Eso me ha impedido ser titular, pero entro de vez en cuando para ir acostumbrándome al sistema de juego”, advierte con algo de inseguridad, apenas normal después de pasar por el quirófano.

Ahora no le preocupa cómo le digan o si la identifican por su estatura. Su principal interés está en estar óptima física y competitivamente, volver a la Selección Colombia y renovar el pasaporte para militar en una liga profesional del exterior.


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